Tarde
Cinco minutos!...cinco putos minutos y te veía como cada uno de nosotros, vestido, reposando, tendido en tu lecho de anciano, con esa temperatura que a estas horas de la noche seguramente ya debió haber cedido frente al hielo de la muerte, sentir tu olor, olor a carne viva y no tocar ese vidrio que me separaba de tu realidad. Puto cajón! Lo golpeé tantas veces!, y nada, no era lo mismo, estabas entre cuatro tablas y una pequeña ventada, sellada y rodeado de cuatro mujeres contemplando tu rostro y velando tu cuerpo las últimas 24 horas. No alcancé, llegue tarde.
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